La historia del pueblo de Dios es la historia de las fuerzas de Dios cubriendo nuestra debilidad. Nuestro Padre celestial toma nuestros problemas, pecados, temores y debilidad y los usa como oportunidades para demostrar el poder abrumador de su amor. Él toma aquellos que el mundo considera los más débiles y los usa para lograr obras increíbles y poderosas. Isaías 40:28-31 dice:

“¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es insondable. Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán”.

Nuestro Dios conoce de qué estamos hechos. Él sabe que nuestros cuerpos han venido del polvo y algún día volverán a su forma original. Él sabe que sin su ayuda no logramos nada. Pero la declaración de Pablo en Filipenses 4:13 es tan verdadera para ti y para mí como lo fue para él: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.  Podemos hacer todas las cosas a través de la unción y el poder de nuestro Padre celestial. Podemos enfrentar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino porque nuestro Dios es perfectamente fuerte en nuestra debilidad.

¿En qué áreas de tu vida necesitas la fuerza de Dios hoy? ¿Dónde te sientes débil, impotente o cansado? ¿A dónde necesitas correr pero te sientes agotado? Tu destino no es ir por la vida viviendo únicamente por tu propio poder. Has recibido una nueva identidad como hijo o hija del Dios Altísimo, y él desea desesperadamente vestirte con fuerza y ​​enseñarte a usar la autoridad que Jesús te dio.

En Dios puedes derrotar los poderes del pecado y la oscuridad que te han retenido para no avanzar. En Dios, puedes realizar las tareas que se te presentan con alegría, energía y fuerza. Y en Dios, puedes amar y ser amado a tal capacidad que tu actitud, perspectiva y emociones se transformen en reflejos de los de tu Padre celestial.

Pasa tiempo en oración recibiendo la fuerza que viene solo de Dios. Permítele que te llene de visión fresca y alinea tu perspectiva con la de él.