Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Romanos 5:1-2
Cuando Dios perdona al pecador, le remite el castigo que merece, y lo trata como si nunca hubiera pecado, lo recibe en el favor divino y lo justifica por los méritos de la justicia de Cristo. El pecador sólo puede ser justificado por la fe en la expiación efectuada por el amado Hijo de Dios que se convirtió en sacrificio por los pecados del mundo culpable. Nadie puede ser justificado por ninguna una obra propia. Sólo por virtud de los sufrimientos, muerte, resurrección de Cristo puede ser liberado de la culpabilidad del pecado, de la condenación de la ley, del castigo de la transgresión. La fe es la única condición por la cual se puede obtener la justificación, y la fe incluye no sólo la creencia sino la confianza…
El pecador está representado con una oveja perdida, y una oveja perdida nunca vuelve al redil a menos que sea buscada y llevada de vuelta por el pastor. Nadie puede arrepentirse por sí mismo y hacerse digno de la bendición de la justificación. El Señor Jesús constantemente busca impresionar la mente del pecador y atraerlo a la contemplación de él, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. No podemos dar un paso hacia la vida espiritual a menos que Jesús atraiga y fortalezca al alma, y nos guíe a la experiencia del arrepentimiento del cual nadie necesita arrepentirse…
La fe que es para salvación no es una fe casual, no es un mero consentimiento del intelecto, es una creencia arraigada en el corazón, que toma a Cristo como a un Salvador personal… Cuando el alma se aferra de Cristo como de la única esperanza de salvación, se manifiesta la fe genuina. Esta fe guía a su poseedor a colocar todos los afectos del alma en Cristo