Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Colosenses 3:23-24
Dios nos ha dado una promesa de bienes raíces en la tierra de gloria, y esa promesa viene a nuestros corazones con tan plena garantía de su certeza. El cielo es nuestro incluso ahora. Poseemos los títulos de propiedad del cielo, tenemos la garantía de él, y tenemos las primicias de él. ¿Acaso el pensamiento de una mejor herencia al otro lado del Jordán, no debería reconciliarnos con las pérdidas presentes? Podemos perder el dinero para cubrir los gastos, pero nuestro tesoro está seguro. Hemos perdido las sombras, pero la herencia permanece, pues nuestro Salvador vive, y el lugar que Él ha preparado para nosotros, persiste. Hay una tierra mejor, una mejor herencia, una mejor promesa; y todo esto viene a nosotros a través de un mejor pacto; por tanto, hemos de tener un mejor ánimo, y decirle al Señor: “Cada día te bendeciré, te servire y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.”